Los avatares de la vida dura,
a riesgo, de que perdamos la razón,
hallar pálpitos en nuestro corazón,
ante unas caricias de ternura.
Donde chispas saltan por la conexión,
desborde de frenesí sin cesura,
alimento del alma la dulzura,
inundando cada poro con pasión.
Olvidarme de aquellos fracasados,
envueltos en capas de “ganadores”,
aunque se presenten
encopetados.
No son más que vil embaucadores,
anodinos, con mucho aderezados,
escurridos así, como
mal menores.